Me miró.
Yo la miré a ella.
Sus ojos eran verdes, igual que su ropa. Mi color favorito, pensé.
Me tocó y yo intenté tocarla, pero no pude ¿Por qué mi mano no podía tocar su hermoso cabello castaño?
¿Qué era aquella potente luz azul?
Entonces ella se volvió y cogió algo.
Aquel objeto, cuando lo vi, me dio la clave, supe por qué, a pesar de mi total libertad de movimiento, no podía tocarla.
Lo que cogió era un bisturí y con él iba a practicar la autopsia a mi cuerpo inerte.
Entonces me fui.